Roma, nevada Roma.

Ya hemos comentado que lo peor de los viajes tan largos son las escalas. Para evitar un parón de unas 7 horas decidimos visitar la bonita ciudad de Roma.

La capital italiana nos recibió a ciegas. No se veía nada, ni el ala del avión al aterrizar. Después empezó a llover bastante fuerte. Y finalmente... nieve.

Era una estampa preciosa y única. Qué suerte poder visitar Roma nevada. ¡Qué bonita! ¡Qué preciosa! ¡Qué p****ierda! Y es que una nevadita es agradable y pintoresca, pero una ventisca no lo es tanto.

Pero volvamos al principio. Nada más llegar decidimos seguir el plan que Sergio amablemente había preparado: un itinerario muy eficiente para aprovechar el tiempo y ver lo más importante. La primera parada: La Fontana di Trevi.

Ya de camino a la Fontana los copos de nieve eran arrastrados por el viento hacia nuestros ojos. "No me siento el moflete derecho" dijo Sergio entonces. Verídico.

La Fontana preciosa. Y más nevada. Qué suerte. Decidimos tirar unas cuantas monedas acompañadas de sus correspondientes deseos (como dicta la tradición) antes de dejar de sentir las piernas. Pero para cuando nos dimos cuenta, ya no se veía el suelo. Mezcla de hielo y nieve pisoteada iba haciendo mella en nuestro calzado.

Celia y Axel decidieron meterse en una cafetería a tomar algo caliente. Juanto decidió ir a ver el Coliseo. Sergio y yo decidimos acompañarlo. La nieve hacía tiempo que había dejado de ser pintorisca para ser un engorro serio. Caminábamos con cuidado, mirando al suelo para evitar los Polvos de Diamante que Hyoga (el Caballero del Cisne) parecía dispararnos desde el cielo.

He vivido pocas ventiscas. Una concretamente, la de Roma, pero a la próxima, decidiré no hacer caso de Sergio si me dice "Está allí, al girar la esquina. Ya estamos", cuando le pregunte por nuestro objetivo. Estaba tan cerca, que al final no llegamos a verlo porque la nieve no lo permitía. 3 fotos después (según Juanto, 6 según su cámara) volvimos a paso rápido a recoger a los comodones para correr hacia el aeropuerto: estando como estaba el clima temíamos quedarnos en tierra. Nos dimos cuenta tarde :S

Caminata para coger el metro. Salimos y caminata hasta la estación de trenes. Compramos los billetes, vemos como se va el tren y... el resto de trenes al aeropuerto se cancelan por problemas con el clima. Teníamos que estar en 30 minutos en el aeropuerto. TERROR.

"Así empezaba nuestra amiga su visita..."

Decidimos buscar rápidamente un par de taxis, que aunque nos claven en la cruz con clavos de oro, nos permitiría saber con tiempo que el vuelo se iba a retrasar...

... eso al menos nos dijo el señor taxista. Por suerte llegamos un par de minutos antes del embarque. Justo. Lo pasamos realmente mal. Veíamos como nuestro vuelo o lo perderíamos o se cancelaría.

Me sentía como un concursante de Pekín Express viendo como un malvado concursante le robaba el taxi... solo que nuestro concursante era la nieve. Axel ya estaba preparando un cartel que ponía "30€ al Aeropuerto. Destro".

Odio Roma. Eso sí, Tokyo lo merece. Os dejamos, que nos vamos a recorrer Akihabara ;)